27 marzo 2012

Relatos en cadena

       Me encanta el concurso de la SER, de "Relatos en cadena", es los jueves de 10,30 - 11h. Es de esos que te dan una frase, y tu debes escribir un microrrelato de no más de 100 palabras...


Hay algunos muy buenos, otros muy intrigantes y otros ni fu ni fa. A mí me gusta participar....

   Aquella tarde,  papá regreso a la tumba entristecido. No comprendía que había fallado esta vez. No encontraba el error que ocasionaba que aquellas formulas matemáticas no dieran el resultado que él pretendía. -¿Cómo lo hiciste tu? ¿Cómo no desesperar ante tantos fracasos?- las preguntas se amontonaban en su cabeza, esperando quizás una respuesta  que traspasara el inframundo y le aliviara el alma. Se sentía como si hablara de muerto a muerto, pero la diferencia es que él aun era un muerto en vida. Ramón y Cajal no le contestaba, mientras yo una vez mas lo abracé, y pensé: “Estos delirios no sé si acabaran antes contigo, o con nosotros”.
   Aquella tarde, papá regreso a la tumba entristecido. Una vez más el fallo del juez había sido negativo. La tierra de la finca de los Belmonte es inviolable. El extravío o la falta de escrituras había querido que aquella orilla del viejo camino del rio, de siempre propiedad del pueblo, acabara dentro de su latifundio. No quería hacer las cosas como un furtivo, siempre me decía que había que ir con la ley por delante.  Así que seguiría en silencio  llevando flores, palabras y caricias a aquel trocito de tierra, donde según le dijeron de niño, yacía su madre fusilada.
   Aquella tarde, papá regreso a la tumba entristecido. Siempre seguía el mismo ritual, el mismo horario, tal y como le habían enseñado. Conocía al milímetro cada hueco, cada pared. Pero aquel día, la lucidez atacaba de nuevo su cabeza, y se preguntaba - ¿Qué hacía allí? ¿Por qué había desperdiciado su vida tan fácilmente?-  Esos días en los que la culpa le hacía prisionero eran horribles. Se malhumoraba, tiraba todo, maldecía a la gente que se cruzaba en su camino… Pero la comunidad ya lo conocía, y no les preocupaba su actitud. La tumba, así  llamaba él a aquella pequeña portería  que mantenía desde hacía  40 años.

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