Aquella mosca por fin cayó en su tela de araña. Llevaba dando vueltas
por la habitación varios días de forma bulliciosa, plúmbea, con la
insolencia adolescente que te da la ignorancia. Su zumbido resultaba
estresante incluso para ella, la cual llevaba cinco días en la ardua
labor de tejer con esmero una obra de arte férreo en el rincón de la
puerta del comedor. La ventana semiabierta, cual paso del mar Rojo,
había facilitado la entrada de toda clase de coleópteros, parásitos
y artrópodos a la habitación. Además, aquel olor nauseabundo los atraía
sin cesar a la habitación. El trabajo había valido la pena, los
perfectos pentágonos conferían un dulce lecho de muerte y suerte para la
víctima, la cual quedaba atrapada en esta cárcel, estos hierros.
Lástima que cuando la araña fuera a iniciar su ceremonial culinario,
aquel inspector decidiera irrumpir con sus zapatos embarrados y gritar:
“¡Por los clavos de Cristo!, chicos aquí está el cadáver”
Participante en el Concurso de Esta noche te cuento, IV certamen de relato corto para mesilla de noche, dedicado al 5º centenario nacimiento SANTA TERESA.
Obligatorio incluir cualquier verso de la estrofa:
¡Ay, qué larga es esta vida!¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.