30 abril 2016

Mitología desclasificada





Una de las siete hermanas era diferente. Desde pequeña en el Olimpo jugaba con carros, caballos alados y rayos de juguete como los de Zeus. Vestía como Heracles o con el casco de Atenea. Sus hermanas andaban preocupadas por ella, desatendía sus deberes cotidianos con la humanidad, evitaba las banalidades de la ociosidad de las musas, incluso actuaba ajena a las trifulcas entre dioses y humanos. Todo se agudizó cuando se enteraron por su archienemiga Codicia de que ahora se hacía llamar Geni, para evitar el nombre de Generosa. “Es sólo una mala época” comentaba Atenea quitándole importancia. “Se está buscando a sí misma” esgrimía Ártemis a favor de la chica. Pero lo cierto es que el día a día desenvolvía una nueva Geni, cada día más masculina, con rasgos más marcados y angulosos. Entre tanto la humanidad andaba sumida en el caos. Mezquindad, Egoísmo, y Codicia acampaban a sus anchas por las tierras conocidas, imparables ante la debilidad de las virtudes. Hasta que Zeus, aconsejado por Hermes, decidió que cada cual se mostrara como se sintiera en el Olimpo, sin ataduras ni complejos. Y las virtudes volvieron a su esplendor, siendo 6 hermanas y un hermano.


Microrrelato seleccionado en el "III Concurso de Microrrelatos Las 7 virtudes de la Humanidad"  y que aparece en el libro  ‹‹Las 7 virtudes de la Humanidad››  que recoge las voces de 125 autores. 




27 abril 2016

Adosado con vistas

—¿Y si hiciéramos una piscina o una pista de tenis?

—No es mala idea, pero siempre he querido tener un pequeño huerto.

—Como prefieras, ya que yo he elegido la casa elige tú qué hacer con ellos.

—Serán un buen abono, ya verás —dijo sonriendo mientras enterraba a los viejos.


Publicado en 50 Palabras

Cincuenta Palabras 


 

25 abril 2016

Eh tú,


Eh tú!!!  has abierto y cerrado  ventanas y puertas, revuelto mis cajones, dado la vuelta a mis ideas, naufragado mis indecisiones, cumplido mis solicitudes, trillado mis prejuicios, agotado y llenado mi reserva de paciencia. Tú que has cerrado mis ojos de día y me has obligado a pernoctar contigo a dos velas, en el silencio de una tenue luz que suplicas que no se apague.
Llorando sin razones y sonriendo sin excusas me has contagiado de inocencia en cada mirada, mientras abrazabas mis latidos yendo a contratiempo con mis respiraciones.
Como soplo de aire fresco,
   como agua de mayo,
     como fuego en el hogar,
       como tierra que sembrar,
tienes los 4 elementos que conforman la naturaleza de este pequeño mundo poblado de sueños.
Eres pequeño, sencillo, semilla que germinará en una mañana no muy lejana, ese en el que espero volver la mirada hacia el pasado y decirte: “Lo hicimos lo mejor que pudimos, pero sigue tú, concluidlo vosotros. Mejorad este mundo”.
No te voy a pedir nada que no sea que seas feliz y que mires las estrellas cada noche antes de cerrar los ojos. Porque siempre hay una estrella para el que quiera mirarla.




Pequeña Gran Revolución