02 marzo 2018

Auschwitz

Su último regalo había sido un par de zapatos nuevos. Lo sé porque se los regalé yo, su tío.  No le gustaban, puesto que había pedido un avión o un tren no lo recuerdo. Pero aun a regañadientes los llevaba contento, por eso le molestó tanto tener que quitárselos.
A pesar de las protestas de su madre, acabó obedeciendo, depositándolos en aquel banco a modo de vestuario. 
Cuando los miro lo recuerdo. Es lo único que pude guardar de la familia. Ni siquiera pude conservar sus caras en la memoria después de tanto horror vivido. 
No sé si ser parte de los Sonderkommandos me salvó de la muerte o me dejó para siempre muerto en vida.

(Exposición Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos)