Segundo Asalto

Hielo, frío como el hielo se presentó delante de mí. Supongo que la escarcha de sus hombros no era mas que la culpa, los sabañones las heridas abiertas, y el color azul de su piel el tiempo intentando suavizarlo todo.

Sé que el golpe seco de mi voz lo rompió el mil pedazos, pero no me importó.       Al igual que el hielo se derretirá y se irá calle abajo,         como ya lo había hecho años atrás...

Bocas secas

No fue el lugar, ni la locura, ni el frío. Fue la vida la que pasó y arrasó todo con su lengua de fuego... y no pudimos apagarlo con nuestra saliva.

Auschwitz

Su último regalo había sido un par de zapatos nuevos. Lo sé porque se los regalé yo, su tío.  No le gustaban, puesto que había pedido un avión o un tren no lo recuerdo. Pero aun a regañadientes los llevaba contento, por eso le molestó tanto tener que quitárselos.

A pesar de las protestas de su madre, acabó obedeciendo, depositándolos en aquel banco a modo de vestuario. 

Cuando los miro lo recuerdo. Es lo único que pude guardar de la familia. Ni siquiera pude conservar sus caras en la memoria después de tanto horror vivido. 

No sé si ser parte de los Sonderkommandos me salvó de la muerte o me dejó para siempre muerto en vida.

(Exposición Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos) 

Sin hora

Cada noche las agujas del reloj me atraviesan recordándome que sólo soy un pobre mortal con 24  cortas hora de vida cada día...