02 junio 2015

Pretty Woman




Como en “Las bicicletas son para el verano” a Pablo cada vez que le dejaba una novia, era como si le comieran una cucharada de lentejas, pero en este caso de corazón. Así hasta dejarlo con el corazón vacío como la cazuela de la obra. Todas le aportaban algo nuevo: la afición por patinar, el gusto de catar vinos, el descubrimiento del cine japonés. Pero todas se llevaban algo de él: la Vespa  de color verde que alegraba sus veranos, el sofá de cuero de la salita pequeña, la colección de discos de U2.  Aunque eran cosas valiosas para él, la ausencia de dichos objetos no le llegaba a importar tanto como la ausencia de los desayunos en la cama, los besos en el cuello o las miradas en la calle mientras paseaban. “Te he dicho mil veces que lo de Pretty Woman no existe” le decía su primo Arturo cada vez que acompañaba a Pablo a la Gran Vía en busca de otra princesa sentada en trono de cartón.




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