04 junio 2015

Primer día





- ¡Ni harta de vino vuelvo al pueblo!- gritó la sudorosa tía Ramos  subiendo la cuesta de la ermita, arrastrándome de la mano.
- ¡¡Una y no más, Santo Tomás!! - Gruñía entre dientes quitándose el polvo de la toquilla, mientras se santiguaba haciendo gala de respeto a los santos a los que juraba. Aquella tarde permanecerá para siempre en mi pupila, como los atardeceres rojos de la montaña de la ermita, como el aire fresco y limpio de la cara norte de la ladera, como la bofetada y el abrazo entre sollozos de la tía Ramos. Fue el primer día que quise ir a jugar con el resto de niños del pueblo y fue el primer día que supieron de mi existencia.





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