Vivían con la muerte. En su día a día recibían golpes, aguantaban el
frio, controlaban el hambre. Se arrastraban por el barro, se camuflaban en la
montaña, se cosían sus propias heridas. Eran la élite de las fuerzas armadas,
el batallón de fuego los llamaban. Cuando las altas fiebres le daban tregua el
brillo de sus ojos se tornaba en palabras. Incrédulos asentíamos a las
narraciones extraordinarias de su estancia en Vietnam, viendo cómo las pocas
energías las gastaba en dejarnos con la boca abierta como cuando éramos
pequeños. Pero como antaño, ahora también, mi abuela farfullaba desde el rincón
sombrío de la habitación: “¡Alma de cántaro si no hiciste ni la mili porque
tenías los pies planos!”.
Microrrelato seleccionado en el Concurso de Microrrelatos "Fuego,aire,agua,tierra"
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