El viajero está echado, boca arriba, sobre una chaise-longue forrada de
cretona, observando como una pequeña tela de araña se había formado en
la esquina superior derecha de la ventana de la habitación. Pasaba
totalmente desapercibida de no ser por el reflejo de la luz del sol al
incidir sobre los cristales pendulares de la lámpara, la cual colgaba
como un ahorcado del techo. En aquel extraño pueblo le habían dicho que
siempre había una especie de neblina que ocultaba la luz y la verdad. Al
querer incorporarse cuando llegó la señora duquesa, la tela de araña
inexplicablemente comenzó a crecer y acabó enredándole con sus
pegajosos hilos y sus mil vueltas de ovillo. Se sentía como si estuviese
siendo momificado en vida con la cretona. Tras unos tensos instantes,
el calor de la calle empezó a disipar la niebla, a dejar pasar el sol
por los grises cristales de nuevo y a enseñarle al viajero un montón de
sombreros enmarañados en aquella funesta y tenebrosa tela de araña,
enredados junto a huesos que parecían ser tibias.
Microrrelato participante en el IV Concurso de Micrerrelatos de la Fundación Pública Gallega Camilo José Cela.
La frase de inicio es "El viajero está echado, boca arriba, sobre una chaise-longue forrada de cretona..."
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