- “Dos de junio” fueron sus palabras. Ni un “suerte”,
ni un “pase un buen día”, ni un “a ver si sale algo”. Nada. Tecleó, selló y dos
palabras. Dos palabras que no llenaron mi vacío laboral ni anímico. Dos palabras
que me recordaron el hecho de que debo de seguir subsistiendo tres meses más. Dos
palabras llenas de inmisericordia, vacías de empatía, llenas de indiferencia,
vacías de amor al trabajo. No hubo ni siquiera sonrisa que acompañara a esas
dos palabras. Salí de la oficina arrastrando mis pies tras la lluvia, con un
gracias silenciado en mis labios. Salí mimetizándome con el gris del día, con
el mierda del perro que acababa de pasar y su sueño no había recogido, con el
papel de regalo tirado en el suelo que un día tuvo algo bonito que envolver. Salí
con la rabia en los puños, las ganas de matar en la mente, la indiferencia
clavada en el alma y el dolor de una aguja atravesando cada poro de mi piel.
Creo que fue por eso que pensé lo de la pistola
señor juez. Por eso me compré una pistola para el dos de junio.
- Si ya ha terminado su declaración sólo quiero
hacerle un pequeño inciso, “dos de junio” son tres palabras, no dos.
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