Ya no podíamos contar con él. Se había vuelto huraño
con nosotros, extravagante con sus ideas e introvertido con su vida. No nos
fiábamos de él los días que íbamos de caza, incluso los perros le temían. No
quería salir por las noches y nos miraba de manera despectiva cuando hablábamos
de viajar a nuevos lugares para que no nos siguieran el rastro. Desde que mordió,
hacía dos meses, a aquella misionera dejó de afilarse los colmillos y empezó a
lavarse los dientes. Ya no era un vampiro al uso.
Interesante e inesperado giro al final de este microrrelato. Me ha sorprendido muy gratamente. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarGracias Alma Rural!! ;)
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