Arrastraba el cansancio de
los días de pie en las rodillas. El infiel clima había hecho mella en su cara y
en sus manos. Las noches en vela cual gafas rodeaban sus ojos, otorgándole a su
rostro un aspecto mucho más viejo que el de sus escasos 30 años. Se sentía
demasiado viejo para el carnet joven y demasiado joven para ser un parado. Pero
cada día, esperaba una oportunidad en aquella larga cola del comedor social,
donde la gente de buenos abrigos buscaba mozos para los recados, jardineros
experimentados o chóferes silenciosos. Lástima que él no supiera conducir, no hubiera
cortado nunca un arbusto, ni diera el perfil de chico joven. Pero le habían
dicho que siempre alguien buscaba un body packer para sus negocios, por eso
tragaba saliva cada vez que un buen abrigo se le acercaba y lo miraba de arriba
abajo.
Microrrelato seleccionado en el IV Concurso de narrativa "Vidas", de Letras con arte.
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