Odiaba
que cada tic tac de aquel reloj de pared jugara con él. Odiaba aquellos
disparos de revolver con la cámara vacía. Como en una ruleta rusa, sabía que la
bala se encontraba en alguno de los orificios que giraban y giraban entre aquel
segundero y minutero. Solo debía esperar, estar preparado para salir a su
encuentro y a pecho descubierto ser alcanzado por el balazo del tiempo, el
cual, inexorablemente estaba predestinado a recibir desde el mismo instante en
que ella salió por la puerta.
Microrrelato seleccionado en el Concurso de Microrrelatos "Odio que ..." de Letras con arte.
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