Su
sonrisa me traspasó como un cuchillo. Ese haz de luz blanca apareció de la nada
al ver el globo volar lentamente. No podía creer como las cosas insignificantes
hasta antaño se llenaran de un sentido totalmente nuevo. Todas las palabras
estaban cambiando su significado desde que estaba en la escolinha de Muanona en Nacala, Mozambique. Como unas
serpientes dejaban atrás su piel para envolverse de una nueva, con más
tonalidad, sonoridad y belleza; todo ello ayudado por los niños y las mujeres
de allí. El saludo o las gracias, antes algo cortés y repetitivo, se tornaba
alegría, respeto e ilusión. Los posesivos, antes de mudar de piel eran egoístas
y materialistas, ahora se vestían de plurales a compartir. Los adjetivos, fríos
y coordinados, se renovaban ante mis ojos para ofrecerme un arcoíris de
sensaciones transmitidos con gestos. Los verbos, inmóviles en mi ciudad del
cierzo, se desplazaban hasta lugares insospechados dispuestos a remover mi alma y mi mundo. Todo cobraba un
sentido nuevo, incluso yo que me descubrí de nuevo y mudé mi piel para dejar
atrás mis días rojos, como decía Audrey Hepburn, y empezar a colorearlos no en
Tiffani´s sino en África.
Fotografía: Cedida por Pilar Modrego.
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