Sentía las manos atadas cada vez que debía
enfrentarse a aquella decisión. Nunca fue fácil anudar problemas para solucionar
presentes, pero era lo único que tenía. Su vida se antojaba como la de un
hacker creando parches. Echaba silicona a los cerrojos en
vez de buscar llaves, atrincheraba puertas en lugar de abrirlas, sellaba
ventanas ante la amenaza de la luz y la transparencia.
De ésta salía victoriosa
una vez más, pero la pregunta que no le dejaba dormir era “¿Hasta cuándo?”.
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