Oía los graznidos de
las gaviotas, como los gritos callados de la gente que sufría. Cada amanecer
era una batalla contra todo lo que detestaba. Sabía que el tiempo corría en su
contra, pero eso nunca le importó ni siquiera cuando estuvo en Auschwitz. Tenía
claros sus propósitos, entre ellos ayudar a ser fuertes a los más débiles. Sólo
quería dejar de oír, de sufrir. Esperaba el día en que las gaviotas cantaran,
repitiendo las alegres melodías que el pueblo tararease.
Fue presentado al I Certamen de Microrrelatos “Valores Humanos” cuyo tema fue “Cuando ser fuerte es la única opción”.
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