No era por su pico, ni por sus patas palmeadas, ni
por su largo cuello, ni siquiera por sus suaves plumas blanquecinas, ni por su
cola timonera cuando nadaba. Lo que hacía diferente a aquella oca eran sus
gustos culinarios. Quizás por ello llevaba varios años resistiendo en la
granja. Y es que en los días de “matadero” la granjera, entre risas y grabaciones de móvil, le echaba los restos de foie gras
para deleite de su paladar. Aquella mujer podía hacer lo que quisiera, ella tenía
claro su objetivo: “Antes de que te
coman a ti, cómete a los demás”.
Fotografía de:
http://europajunior.blogspot.com.es/2013/10/juego-de-la-oca-en-europa.html
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